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El amor se merece, no se mendiga

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“El hombre que ha de mendigar amor, es el más miserable de todos los mendigos.”
– Rabindranath Tagore
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No sé si recuerdes aquella película de Jim Carrey basada en un cuento clásico navideño: el grinch. Si la recuerdas, seguro vino a tu memoria este personaje verde, panzón y gruñón, que odiaba la navidad y vivía completamente aislado por culpa de un resentimiento que tenía en su corazón, y que cubría con una falsa pretensión de que no necesitaba amor de nadie. Al final, el grinch cede ante el amor y recuerda lo maravilloso que es ser amado.

Seguro no es la única historia de este tipo, pues este tipo de perfil de personaje lo vemos seguido en algunas otras películas, cuentos o series, en donde el típico amargado que rechaza el amor de los demás, termina cediendo ante él.

Y es que esto se basa en una realidad fundamental del hombre como especie. Una verdad que no puede ser ocultada por nada ni por nadie, porque es como si viniera escrita en nuestro código genético. Incluso, hasta de cierta forma pareciera ser como si fuera uno de los principales fines del hombre o una de las principales razones por las que existimos: el amor; la necesidad de amar y de ser amados.

Queremos dar y recibir amor

Todos, de diferentes maneras, buscamos recibir y dar ese amor. Empezamos desde pequeños por los que están más cercanos a nosotros, que en la mayoría de las ocasiones son nuestros papás y nuestros hermanos, o algún familiar muy cercano. Después ese amor se expande a amistades, hasta que llega a concretarse en un amor especial hacia una persona en específico.

Es tan fuerte esta necesidad de dar y recibir amor, que literalmente nos lleva a muchos a cometer locuras. Locuras que no siempre son sanas, o que incluso terminan en la denigración de nuestra persona, porque fue tan fuerte la necesidad en esa persona que no le importó llegar hasta las últimas instancias (aunque eso significara tentar contra su integridad como ser humano) con tal de recibir aunque sea un poco de ese amor que necesitaba.

Aquí es en donde necesitamos estar siempre alertas y conscientes de que el primer amor que debemos de recibir, tiene que ser el de nosotros mismos. Un amor propio sano que nos lleve a valorarnos y saber que nos merecemos lo mejor, y que no hay razón alguna para estar mendigando amor.

Sí, decimos mendigando porque por lo que sucede es tal cual lo que hace un mendigo en la calle, que recoge las sobras de comida que tira alguien más, porque es tanta su hambre que tiene que recurrir a esa opción para saciarse.

Así, muchos que no nos valoramos en alguna etapa de nuestra vida, fuimos como mendigos que recogían las sobras de amor que alguien más tiraba. Solamente obteníamos eso, lo que sobraba, lo que era ya un desperdicio; lo último, lo peor.

Pero es hora de despertar si es que todavía andamos dormidos. Es hora de darnos cuenta del gran valor que hay en todos y cada uno de nosotros, y que es un valor que no debe ser despreciado ni hecho menos por nadie, empezando por nosotros mismos.

Tenemos que darnos cuenta que todos tenemos derecho a amar y ser amados, sana y plenamente; a no recibir solo sobras de amor o a penas pedazos de él, sino que tenemos el derecho de recibirlo total y plenamente, porque todo estamos llamados a vivir el amor de una forma irreal.

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