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Vida en pareja: choque de dos realidades

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“Aprender a pararse en los zapatos de otra persona, a ver a través de sus ojos, así es como comienza la paz. Y depende de ti hacer que eso suceda. La empatía es una cualidad del carácter que puede cambiar el mundo.”
– Barack Obama
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Vivir en pareja es torturantemente hermoso. Suena crudo, pero nos gustan decir las cosas como son. Es una tortura, porque cuando decides compartir toda tu vida con alguien y vivir juntos, ya sea porque se casaron o simplemente tomaron la decisión de dar ese paso, se sufre en el proceso de adaptación al estilo de vida de la otra persona, cosa de la que muchos no somos conscientes antes de dar ese paso.

Pero ojo, no queremos quitar el dedo del renglón de que es algo hermoso, porque, aunque es un proceso de choques y diferencias, es un proceso en donde, si se toma con la madurez debida, se le puede dar muchísima solidez a la relación y hacerla crecer en la intimidad del conocimiento mutuo en la pareja. Además de que se convierte también en un proceso de transformación para ambos.


Pero regresando al punto inicial (sí, el punto de la tortura), se da porque no somos conscientes de que, a pesar de llevar años previos de relación, de ser de la misma ciudad e incluso del mismo barrio, la pareja no se conoce tanto como cree conocerse. Esto sucede por una sencilla razón: son vidas diferentes, que vienen de familias y contextos diferentes, en donde la infancia, niñez, adolescencia, etc. se han vivido probablemente de una forma muy distinta. Literal, es como si las dos personas vinieran de mundos completamente distintos, pero no nos damos cuenta hasta que empezamos a vivir con esa persona.

A nosotros nos pasó, y te lo contaré un poco desde mi parte (Hernando):
En mi casa no se habla mucho sobre sentimientos, y en general es raro que se toque el tema o que seamos muy abiertos entre nosotros a eso, cosa que claro que yo veía normal, porque así había crecido.


Ya siendo novios, Elena me hizo ver que eso no era lo más sano y me invitó a abrirme más. Lo hice, pero todavía con muchísimas barreras. Y pues claro, con justa razón, imagínate haber crecido con eso en la cabeza durante 20 años. Por supuesto no se iba a cambiar en pocos meses, y mucho menos en días.


El problema fue que Elena no estaba completamente consciente de ello. No se había dado cuenta del todo de que así era la forma de vivirse en mi casa, y esperaba que ya casados yo fuera completamente abierto y transparente, compartiendo siempre mis pensamientos, sentimientos, emociones, etc. No pensó en que yo tenía esto muy arraigado, y que era completamente normal que así lo fuera.
Total, en resumen, han sido meses y años de estar trabajando en ello, y no puedo decir que ya estoy en donde quisiera estar, ni en donde Elena quisiera que yo esté, pero definitivamente los dos hemos hecho grandes avances: yo ya me abro mucho más, y Elena entiende mucho mejor que es normal que el proceso pueda ser algo lento. Sin embargo, si los dos hubiéramos sido conscientes de todo esto desde un inicio, nos hubiéramos ahorrado muchos problemas.

Por eso es súper importante que, si estás a punto de dar ese paso con tu pareja, los dos se hagan muy conscientes de que ambos tendrán muchos hábitos, tanto buenos como malos, que vendrán junto con ustedes y de los que no se han dado cuenta, y que el objetivo principal de ambos es hacer que los hábitos malos vayan desapareciendo y los buenos vayan creciendo. Es un nutrirse y perfeccionarse mutuamente, al fin y al cabo, son un equipo.

Y en todo esto hay una pieza clave, una fórmula que debe ayudar a que este choque sea mucho más suave:

Empatía > Quejas


Hacemos muy claro el punto, porque en este proceso lo más fácil de todo es quejarse. Quejarse porque la otra persona es menos ordenada o expresiva, o como lo quieras llamar. Es más fácil eso que tomar acción y ponernos en los zapatos de la pareja para tratar de entender el porqué de su comportamiento, dando un vistazo a su familia o a su pasado para tratar de empatizar con él o ella. Pues es en esto de empatizar en donde se define en gran parte qué tanta madurez tiene la persona y la pareja.

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