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Existe una fórmula del amor?

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“Llegas a amar no cuando encuentras a la persona perfecta, sino cuando logras ver a una persona imperfecta como si fuera perfecta.”
– Sam Keen.

Sí, sí, sí. Ya sabemos que el título de este artículo está súper cliché, pero si lo ponemos es porque realmente creemos que sí existe una fórmula del amor. Y no, nada tiene que ver con pócimas, veladoras o con usar ropa interior roja, sino más bien con una serie de actitudes y comportamientos que tienen que tomar las dos partes de una relación para que funcione.

Y queremos comenzar con el ingrediente principal, porque estamos segurísimos de que si éste ingrediente principal está presente dentro de la fórmula, de alguna u otra forma los demás ingredientes secundarios se van a ir dando.


Este primer ingrediente se llama donación. Palabra que estamos seguros conocías, y que posiblemente todos conocemos, pero que tal vez no comprendemos del todo: ¿Cuántas veces nos hemos encontrado en una situación en donde queremos deshacernos de algo de nuestro armario y lo primero que pensamos es “donarlo” a alguna asociación o a alguien necesitado?

Va, no vamos a decir que esto esté mal, pero sí vamos a ser bien claros: esto más que una donación verdadera, es más bien una entrega de nuestras sobras, o peor aún, es algo así como usar a estas asociaciones o personas como cestos de desperdicios. Sí, desperdicios en buen estado, y donde seguro alguien se verá beneficiado, pero al fin y al cabo son nuestras sobras.

En una relación es exactamente lo mismo. No podemos darle a nuestra pareja lo que nos sobra de nuestro tiempo, de nuestra atención o de nuestro amor; ni tampoco debemos aceptar las sobras de nuestra pareja. La donación en una relación se trata de la total entrega de una persona a otra: su tiempo, su atención, su amor, sus intereses y aficiones, etc. en donde no debe caer ningún tipo de egoísmo o limitación en la donación, porque nuestra parea no debe ser nuestro bote de desperdicios. De hecho, ninguna persona debería de serlo.

Ya que comprendimos esto, ahora sí podemos pasar a los ingredientes secundarios, en donde enlistamos a una amistad sincera. Y esto es porque la relación de pareja, no por ser relación debe perder ese toque sincero y transparente de una amistad, en donde existen risas, bromas, juegos y mucha conversación. En donde se revelan secretos, pensamientos profundos y dolores intensos; en donde no hay lugar para las máscaras o las apariencias, mucho menos mentiras o falsas pretensiones.

La relación en pareja ya sea noviazgo, matrimonio o como sea que lo llevemos a cabo, debe ser un lugar en donde la amistad se debe llevar a un nivel más alto. Es decir, en pareja no se deja de ser amigos y jamás se debe dejar de ser amigos, sino que más bien se debe madurar esa amistad, porque eso hará madurar el amor, lo mantendrá encendido y lo hará crecer sin detenerse.

Y el último ingrediente que queremos resaltar aquí es algo que nos hace mucha falta a todos, no solo en las parejas. De verdad, créenos, si metiéramos este ingrediente en nuestras relaciones, nos ahorraríamos muchísimos problemas. Ese ingrediente es el dejar de suponer. La suposición solamente nos trae problemas y es gasolina para los malos pensamientos, porque por lo general siempre pensamos lo peor. Y potencía nuestros miedos, inseguridades y todos esos fantasmas que tenemos en la imaginación.


En alguna ocasión, en nuestra relación, uno de los dos estábamos pasando por un mal momento, al punto que afectaba el comportamiento y la forma e interés que se le ponía a la relación. El otro obviamente notó el comportamiento, y en vez de preguntar ¿qué pasaba?, supuso que la relación ya no le importaba igual que antes. Y ya se imaginarán el enorme lío que se armó, todo por hacer una suposición que impulsó un miedo: el miedo a que el otro abandonara la relación.

Así que debemos dejar atrás la suposición y siempre buscar preguntar con la intención de abrir el diálogo. Más diálogo, menos suposición.

En resumen, la fórmula del amor contiene una porción grandísima de donación mutua, una dosis generosa de amistad sincera, y un puño grande de no suposición y diálogo.

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