“Quien vive temeroso, nunca será libre.”
– Quinto Horacio Flaco (poeta romano).
Es algo completamente normal, incluso natural, el hecho de que sintamos miedo.
Piensa en la última vez que hayas caminado por una calle oscura y casi vacía, y recuerda lo que sentiste cuando escuchaste un ruido, aunque fuera pequeño. Seguro te paralizaste por un microsegundo, y luego volteaste de inmediato a todos lados a ver si alguien venía, y seguro hasta aceleraste después el paso ¿cierto?
Todo esto sucede como parte normal de nuestro instinto y nuestros procesos cerebrales, porque el miedo activa nuestro instinto de supervivencia, y en cuanto sentimos miedo a algo, nos ponemos en estado de alerta.
Piensa también en un niño pequeño, que no sabe aún que el fuego quema y causa daño, o recuerda la primera vez que sin querer tocaste un sartén caliente o te quemaste la lengua con una bebida caliente. Seguro las siguientes ocasiones estuviste mucho más alerta e hiciste las cosas con mucho más cuidado.
En el mundo de las relaciones personales, el miedo nos juega exactamente el mismo papel. Cuando una pareja nos ha lastimado fuertemente, por lo general deja un rastro de miedo en quien sufre la herida, ocasionando que esa persona viva después con miedo cuando se presenta ante una nueva relación. O vive con el miedo a que eso se vuelva a repetirse en su relación actual. Y como ya dijimos, esto es completamente normal, pero eso no quiere decir que sea sano.
Si regresamos al ejemplo que recordamos en líneas más arriba, en donde nos asustamos ante un ruido mientras caminamos por una calle oscura, podemos darnos cuenta que no es la naturaleza de la calle o la oscuridad lo que más nos atemoriza, sino más bien lo que más nos atemoriza es el conocimiento previo, o incluso la experiencia previa, sobre la violencia que se vive en las calles. Y es ese conocimiento previo lo que dispara el temor y nos pone en estado de alerta, sin ni siquiera saber si realmente el lugar por donde vamos caminando podría ser de las calles más seguras de la ciudad.
En estos casos hay quien logra controlar y vencer el miedo, no deteniéndose por ello a seguir viviendo y disfrutando de poder salir a la calle. Pero muchos otros, después de vivir una experiencia como esta, los posee un miedo grandísimo, y dejan de salir por el temor a que lo mismo vuelva a suceder, privándose así de todo lo bueno que puede haber afuera. Así que retomando lo relacionado a las relaciones, no podemos vivir con el miedo a involucrarnos con alguien más solo por el hecho de que alguien en el pasado nos hizo daño.
Es cierto, hay que pasar por un proceso de sanación y superación, pero no podemos privarnos de ello totalmente, porque incluso, podría ser, que la persona que te está pidiendo entrar a tu vida, te va a ayudar a sanar. O también los que siguen viviendo con miedo en una relación en donde han tenido que luchar contra situaciones difíciles, en donde han tenido que pasar por un proceso de perdón y sanación: no pueden vivir con miedo.
Por último, por instinto, el temor nos paraliza; y quien vive con miedo, no vive, sobrevive. Y si dejamos que el miedo nos posea, vamos a dejar de vivir plenamente y de disfrutar todo lo bonito que hay en las relaciones personales y la vida en pareja.