“Siempre hay algo de locura en el amor. Pero también hay siempre alguna razón en la locura.”
– Friedrich Nietzsche.
Seamos sinceros: la pregunta del título es bastante compleja como para poder ser resuelta en un artículo de blog. Pero sin duda hay suficiente espacio para reflexionar sobre ello y tener más luces al buscar la respuesta.
Hemos conocido varias historias de personas cercanas que se aferran a una relación de esas que llamamos tóxicas, en donde el amor no es recíproco, ni existe una verdadera libertad; en donde ninguna de las dos partes son verdaderamente felices, pero ambos sostienen que están locos de amor. Y bueno, ya leímos lo que decía Nietzsche: sí, el amor es loco, pero siempre debe de haber algo de razón en esa locura. Y es que es esa razón la que debe hacer más fuerte una relación.
La «razón» de la que hablamos, es la «razón» de la que se habla tanto en filosofía. Esa característica que nos distingue de los animales y nos lleva a ser seres pensantes, y que nos lleva a profundizar como seres humanos y dejar a un lado solo lo superficial, para ahondar también en las aguas espesas de una relación. ¿O es que acaso queremos casarnos solo con una cara bonita?
Que tiene que gustarte, eso es lógico, porque tiene que atraerte física y sexualmente, y debe despertar en ti una pasión, de lo contrario hablaríamos solo de una amistad ¿no?. Entonces ¿en qué más te puedes fijar, o a qué puedes prestar atención para saber si es un fuerte candidato o candidata para ocupar ese lugar privilegiado a tu lado para toda la vida?
En la escuela o en el trabajo, a todos nos ha tocado tener que hacer equipo con alguien desobligado, desinteresado y hasta flojo. Y si eres de esos que les gusta hacer bien las cosas (que seguro lo eres, sino no estarías leyendo esto) seguro se convirtió en un dolor de cabeza, porque por culpa de esas personas siempre terminamos haciendo trabajo doble. ¿Y sabes por qué sucede? Porque esa persona no tiene los mismos valores de responsabilidad y honestidad; porque esa persona no tiene los mismos sueños o aspiraciones que tú tienes de superarte; o porque esa persona no tiene el mismo deseo que tú de sobresalir. Tal vez esa persona ni siquiera sabe qué está haciendo ahí, o incluso está ahí solo porque “el viento” la trajo hasta ese lugar.
Pues en una relación es lo mismo, porque lo que hace una pareja es formar un equipo. Por eso un gran candidato a ser el elegido/elegida, sería alguien que comparta valores, aspiraciones, sueños y deseos similares a los tuyos. Alguien que comparta contigo el caminar y el aprendizaje con todo lo que trae: dolores, alegrías, tristezas, éxitos y derrotas. Créeme, sino es así, va a pasar lo mismo que con los equipos en la escuela o el trabajo, y se terminará convirtiendo también en un dolor de cabeza. O peor aún, te verás obligado a renunciar a lo que querías con tal de acoplarte a esa persona.
Junto con esto, hay otros dos puntos importantísimos que este candidato debería de cubrir: así como en un equipo de alto desempeño debería de ver en ti, y tú en él/ella, un gran potencial. Es decir, tal vez no es la persona que quisieras que fuera (ni tu tampoco), pero ambos se ven mutuamente con un potencial increíble de hacerse crecer el uno al otro, y lograr cosas grandes juntos. Algo así como cuando al gran Miguel Ángel le llevaban bloques y bloques de mármol, pero no tomaba más que solo uno: ese en el que, con solo verlo, así sin ser trabajado, podía casi contemplar la obra final que haría con ese bloque, porque solamente ese bloque tenía las características que él buscaba.
Y todo esto, cierra con la necesidad de un grado de involucramiento pleno, en donde todo esto que hemos dicho, no sucede de un solo lado, sino que sucede en ambas direcciones: de tu pareja a ti y de ti a tu pareja. De lo contrario, el trabajo en equipo no sería más que un trabajo individual, volviendo a la situación de los equipos disfuncionales de escuelas y trabajos que usamos como ejemplo. Y seguros estamos de que no le deseamos eso ni a nuestro peor enemigo.